El mejor deportista de Latinoamérica de 1986
Estaba fresco en la memoria aquel 22 de junio de 1986, en el estadio azteca de Ciudad México, en que se produjeron dos de los goles más famosos de la historia. Fueron goles con nombres propios: La Mano de Dios y el Gol del Siglo. Eran los cuartos de final del Mundial. Argentina jugaba contra Inglaterra.
Ambos goles hubieran sido impensables sin un protagonista excepcional. Bajo, con rostro de niño travieso, inmenso en su estatura deportiva: «Pelusa», el «Pibe de Oro»… o simplemente con su nombre de gente normal: Diego Armando Maradona.
Una semana después, Argentina conquistaría su segundo y, hasta ahora, último título Mundial, frente a un equipo alemán, siempre exacto, siempre peligroso.
La agencia de noticias Prensa Latina, selecciona todos los años a los mejores deportistas de América Latina, en una encuesta realizada entre los periodistas deportivos de todo el continente. Son centenares de aspirantes, decenas de deportes. De entre todos los ganadores en sus respectivas disciplinas, después se selecciona el mejor de todos, lo que, generalmente genera lógicas opiniones y polémicas. En la votación de 1987 no hubo objeciones.
El «Pelusa» llegaba a Cuba el 23 de julio de 1987, para recibir el Premio al Mejor Deportista de Latinoamérica de 1986.
Amor a primera vista
Según él mismo ha dicho, a pesar de toda la mística que la rodea, en aquella primera visita de 1987, no podía imaginar que desde el mismo momento de su arribo comenzaría un idilio con la mayor isla del Caribe, que se mantiene hasta nuestros días.
Desde el momento que pisó tierra cubana, Maradona quedó enamorado de la amabilidad y el calor de los habitantes de la isla, y poco a poco fue conociendo de los manjares y bellezas de esta tierra que lo hicieron sentirse tan a gusto, como en casa.
En esa primera ocasión, comenzó su amistad con el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, y con muchos deportistas, periodistas con los cuales fue siempre amable y solícito, y con músicos incomparables. Pero, más que nada, los simples habitantes de la isla, con los que estableció una cálida relación que no se contentaba con firmas de autógrafos, saludos desde algún vehículo en movimiento, sino que lo iban devolviendo siempre a su estatura mayor, la de gente de pueblo.
El intenso azul de Varadero
Dentro del Plan de Actividades que la agencia de noticias Prensa Latina, organizadora del Premio, estaba prevista una visita a la playa de Varadero, ubicada a menos de dos horas de viaje desde La Habana.
Los edificios «cincuenteros» del Vedado, fueron quedando atrás mientras el auto se desplazaba por el obligado Malecón de tantos poetas, y allí aparecía, a su izquierda, la curiosa arquitectura del Castillo del Morro, antes que un túnel lo hiciera desaparecer, y se encontrara ya del otro lado de la bahía.
Entró al litoral de la bella e histórica provincia de Matanzas, y en media hora, aparecieron, como sembradas en la tierra, las ocho letras que le dieron la bienvenida a Varadero. No lo habían engañado ni los cubanos ni la fama internacional del balneario. Fueron muchas las verdades que impresionaron al estelar futbolista, que desde que divisó sus aguas calmas, y las diferentes tonalidades azules del mar, quedó enamorado del lugar.
Su «matrimonio» con Varadero sería «para siempre». No podía creer que las aguas cristalinas y cálidas de esa playa se mantuvieran así durante casi todo el año, como le aseguraban los lugareños. Luego tendría muchas posibilidades de comprobarlo.
Pasaría Maradona varios días en la isla, disfrutaría junto a su familia de otras bellezas naturales, y comenzaría también sus amores con aquellos sabrosos platos tropicales de los que apenas había tenido noticia.
Además, mostró su interés en ayudar al desarrollo del fútbol en Cuba, una actividad deportiva, que, más allá de su poca presencia internacional, se practica en la mayor de las Antillas desde 1911. Fue un descubrimiento.
Así se despidió de Cuba en 1987 prometiendo que volvería.
La segunda y más larga visita
Conocedor y actor de tantas maravillas en el mundo del fútbol, desde el FC Barcelona de la liga española hasta la época dorada del Napoli italiano, conoció también de muchas tristezas en la década de los 90.
La segunda vez que estuvo Maradona de manera oficial en Cuba fue para recibir tratamiento por su adicción, que había puesto en peligro su vida.
Conocedor de los avances y la calidad de los servicios médicos cubanos, y su lugar de avanzada en el Turismo de Salud, el «Pibe de Oro» no dudó en elegir la capital cubana para recibir el tratamiento necesario. Regresaría a Cuba el 19 de enero de 2000.
Su condición física era preocupante, sobre todo por el sobrepeso y por una severa afección cardiaca. Los reportes de pronósticos médicos desde Sudamérica no eran halagüeños.
En la misma pista del aeropuerto, lo esperaba una ambulancia, y fue trasladado a un centro médico de diagnóstico donde se le realizaron diferentes exámenes.
A los pocos días, fue trasladado a Las Praderas, una institución dedicada a la rehabilitación dentro del amplio plan de Turismo de Salud que se desarrolla en Cuba.
No se le prohibió contacto con la población, y así poco a poco fue entablando contactos todavía más cercanos y profundos con los habitantes de la ciudad, conociendo sus luces y sus sombras, sus alegrías y sus preocupaciones. Nuevamente el ser humano ganaba la pelea.
Aprovechando que los doctores que lo atendían consideraban positivo para su función cardiovascular y para rebajar de peso, nadar y respirar un aire de esos que recargan energías, una vez por semana visitaba Varadero. ¡No faltaba más!
Con los meses, se observaba otro Maradona, con un peso ya cerca de lo normal y con un estado de ánimo mucho más positivo.
Nuevas pasiones
También se volvieron frecuentes sus visitas al restaurant El Aljibe en el municipio Playa en La Habana.
Allí, «El Pibe de Oro» se encontraba a menos de un kilómetro del mar, respiraba su brisa y disfrutaba, en medio de la ciudad, de la tranquilidad de un ambiente campestre.
El Aljibe es conocido por su especialidad en salsas para pollo y carne de cerdo, y sobre todo por sus frijoles negros dormidos, todos con recetas que se suponen un secreto familiar.
Dicen los trabajadores del restaurant que ellos disfrutaban ver cómo al astro le encantaban esos ricos manjares que ellos sirven en ese lugar. Dicen también que solía combinarlos con algún vino de la Cava de esa instalación. La ventaja: a falta de un gran surtido de vinos argentinos, no muy asequibles en Cuba en aquellos tiempos, no era muy difícil encontrar buenos vinos españoles e italianos, que, de seguro, él conocía de memoria.
Por aquella época, se volvieron más frecuentes sus visitas al Hotel Nacional de Cuba, ubicado en la barriada del Vedado, y frente al Malecón habanero.
Allí pasó horas conociendo la historia del sitio, visitado por las más disímiles personalidades desde los años 30, como el boxeador Rocky Marciano, el nadador Johnny Weissmuller, quien interpretó Tarzán, el pelotero Mickey Mantle y otros grandes deportistas como él. Pero también el científico Alexander Fleming, los escritores Ernest Hemingway, Jean Paul Sartre y Rómulo Gallegos, los actores Marlon Brando, Ava Gardner, Errol Flynn, Libertad Lamarque, el famoso crooner Nat «King» Cole y otros muchos.
Hasta el mismísimo Winston Churchill se hospedó allí en 1946, y degustó los famosos puros cubanos con la inigualable vista al mar y el Malecón habanero.
Maradona se emocionaba con esas historias, y no se sabe a ciencia cierta si fue con la historia del afamado político británico que comenzó su pasión por el tabaco cubano.
Nuestro primer encuentro
Durante la celebración de un partido de la Selección Cubana de Fútbol rumbo al Mundial de Japón y Surcorea 2002, Maradona asistió al Estadio Pedro Marrero para apoyar al tricolor antillano.
Como yo había sido asignado por la televisión cubana para cubrir el juego, allí lo contactamos, y en una breve entrevista nos dijo que le gustaba la condición física del equipo y terminó con esta frase: «…utilícenme, estoy al entero servicio del fútbol cubano, utilícenme…».
Más tarde, en 2001 durante la Premiación de los mejores atletas latinoamericanos de 2000, «El Pelusa» fue invitado de honor a la Gala, que se realizó en el mismo Hotel Nacional.
Asistió de muy buen humor, llegó sonriente y con mucha energía, se le veía feliz y distendido.
Ese fue un día especial, Maradona hablaba de todo, se interesaba por muchísimas cosas e incluso preguntó por un bello ejemplar de castero (un tipo de pez aguja) que hay en el Bar Sirena del Hotel Nacional, que fue donado por Hemingway, otro gran apasionado de los puros cubanos.
Felicitó a María Isabel Urrutia, la pesista colombiana campeona olímpica de Sídney 2000, quien fue seleccionada la Mejor Deportista de Latinoamérica en 2000.
Habló de su primera visita a Cuba, de su encuentro con Fidel, del Mundial del 86, de las bellezas de esta isla del Caribe y se hizo fotos con todos los que estábamos en el lugar, fue un día inolvidable.
Mundial y partido de fútbol
No nos volvimos a ver hasta 2014. Yo trabajaba para la Cadena Multinacional Telesur en el Mundial de Fútbol de Brasil 2014, y Diego conduciría con el destacado periodista Víctor Hugo Morales el programa De zurda para la misma televisora.
Una jornada antes del inicio del Mundial, nos encontramos en Barra da Tijuca, y en un pequeño campo de fútbol Maradona jugaba con todo el equipo de trabajo. Eras un ambiente muy armónico.
Ya no corría, por supuesto, pero su certera zurda se mantenía intacta, y lo hacía sobresalir.
Al terminar el encuentro, me acerqué, y le dije: «Soy cubano que estoy acá con Telesur como usted, y le traigo un regalo de los cubanos». Pensé que no me reconocería después de tanto tiempo, pero se acordó, me saludó y me dijo: «Si es de Cuba, seguro será algo bueno y con mucho cariño». Le dije: «¡Por supuesto!»
Un amigo me había entregado un puro cubano especialmente torcido para él. Le dije: «Esto se lo envían los amigos cubanos», como me pidió ese amigo.
Sonrió y me dijo: «Fíjate bien en el programa de hoy».
Durante el De zurda de esa jornada, Diego agradeció al pueblo de Cuba por su tabaco, y mostró imágenes degustándolo frente al mar, como le gustaba hacer en el Hotel Nacional y en Varadero.
Al terminar el espacio, nos vimos y me dijo: «¿Ves? Jamás me olvido de los cubanos. Siempre les estaré agradecido». Y sonrió.
Nuestro último encuentro hasta hoy
En enero de 2015, inició una nueva temporada de De Zurda, y el equipo de producción del espacio tuvo a bien invitarme al espacio pues Diego y Víctor Hugo querían charlar conmigo.
Estuve entre los que fueron a recibirlo al Aeropuerto Internacional José Martí, lo saludamos en el Salón de Protocolo, y venía de buen humor. Dijo: «Bueno, ya saben, cuando salga de acá quiero un puro cubano», al parecer para aclimatarse nuevamente a la Isla.
El programa se realizaría en un par de días, y Maradona debía revisar materiales junto al equipo de trabajo. No supe otros detalles de ese momento, pero de lo que sí me enteré es que, en uno de los ratos libre, se dio un «saltico» a Varadero. ¡La tentación de estar a menos de dos horas era muy grande!
Llegó el día del programa, y yo no sabía de qué me preguntarían, así que expectante asistí al mismo.
Resulta que Maradona y Víctor Hugo habían escuchado mi narración del partido semifinal entre Cuba y México de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014, y les había gustado mi descripción.
Para mí fue un gran halago haber recibido públicamente sus felicitaciones, agradecí y conversamos de otros temas de actualidad futbolística.
Al terminar el programa, dentro del Estudio le pregunté: «Cómo te va con el tabaco cubano», y me dijo, «Disfrutándolo como siempre, no hay otro igual, hasta me di un viajecito a las Vegas de Pinar del Río y me encantó…»
Pinar del Río, es la más occidental de las provincias cubanas y entre sus muchas atracciones están sus vegas de tabaco, considerado por muchos como el mejor del mundo. Después supe que Diego había estado en algunas de las más famosas, y le habían organizado uno de los tantos tours que se dan a esos parajes para que conociera la siembra, recogida y diferentes procesos que lleva poder disfrutar de un puro cubano, inigualable por su aroma, según dicen los entendedores.
Había iniciado para Diego una nueva etapa en De zurda, la cual aprovechó para volver a encontrarse con sus pasiones cubanas.
Regresó en noviembre de 2016, esta vez con otra intención, llegó a despedir a su gran amigo Fidel Castro, quien falleció el 25 de noviembre de ese año.
De seguro regresará de nuevo, pues su vínculo con la mayor de las Antillas es muy fuerte, y sus pasiones cubanas se han vuelto insustituibles.